lunes, 30 de diciembre de 2013

2013: interés público, libertad y regulación, o destazemos al monstruo.

Fijarnos en tecnologías el 2013 es como medio inútil. Ha sido un año sin nada particularmente destacado. A nivel peruano, la relativa decepción que ha sido la concesión de la red troncal de telecomunicaciones indica que el despliegue de infraestructura de alta velocidad puede ser problemático, pero ya tenemos el fracaso de Viettel como cuarto proveedor de móviles como ejemplo que no se está haciendo la tarea bien y que nuestras concesiones en telecomunicaciones no están resultando atractivas. Problemilla por enfrentar, ojalá que con decisión, y pronto.

Lo más interesante en el mundo y en el Perú está en lo político, específicamente en el tema de las libertades individuales. A nivel global, Edward Snowden ha puesto en el disparadero el grado de intrusión cotidiana que los Estados pueden ejercer sobre sus ciudadanos, y sobre todos los individuos del mundo; en el Perú, la libertad individual ha sido enarbolada por grupos empresariales para justificar comportamientos pre-modernos. Llamativo contraste.

Personalmente asumo que la libertad individual es el valor supremo, y lo mismo hace nuestra constitución, que coloca a la persona como el fin de la sociedad y por lo tanto del estado. Se supone que todo lo que hace o hará el estado será para mejorar las condiciones de vida de las personas, y el primer paso en esa dirección es el respeto de sus derechos. Lo demás debe estar subordinado a lo primero, tanto la acción del Estado como la acción de los mal llamados "ciudadanos corporativos", es decir las personas jurídicas, que solo son sujetos económicos, no ciudadanos integrales. Los derechos de las personas jurídicas son una ficción: se trata de garantías y seguridades jurídicas para su funcionamiento, pero no son comparables, no deben ser comparadas, con los derechos de las personas.

Entonces nos quedan las libertades individuales, de las cuales la de expresión es fundamental. Sin libertad de expresión no hay democracia ni actividad política que valga la pena: así de simple. Por ello la libertad de expresión y su secuela, la libertad de prensa, son incuestionables.

Pero esto es válido para los ciudadanos, no para las corporaciones. Las empresas de medios tienen libertad de expresión no porque ellas sean sujeto de esta libertad, sino por extensión de los ciudadanos que las constituyen. Hace tres siglos, esos ciudadanos podían necesitar de la libertad de prensa como garantía de su libertad de expresión, pero en la actualidad la inversión necesaria para hacer prensa es tan alta y la sostenibilidad tan dependiente de publicidad y similares, y la Internet facilita tanto la creación y distribución de contenido alternativo, que el resultado es que realistamente, los sujetos de la libertad de prensa son, casi en su totalidad, actores económicos, que no son sujetos de derechos, y ciertamente que no tienen libertad de expresión.

Tampoco es cuestión de negarle a los agentes económicos la libertad de expresión, pero la realidad indica que lo primero que busca el que monta un medio es defender su visión de la sociedad, que suele estar asociada a sus intereses. Entonces esto crea asimetrías: algunos exitosos agentes económicos terminan controlando el debate público. Esto no tiene que ser bueno, y demanda varios niveles de control.

Bajo el mismo principio que Snowden resulta siendo el héroe del año, y que llevó al cierre del News of the World en Inglaterra, el respeto a la intimidad es la primera clave, cosa que el Perú no funciona como es debido. Patéticas exhibiciones de morbo como el "caso Ciro", y la liberalidad con la que se usan grabaciones de origen ilegal y de interés público ínfimo sino inexistente, son un ejemplo de la absoluta falta de respeto de los medios por la intimidad. Primera falla del argumento mediático: si quieren que se respete su supuesta libertad de expresión, comiencen por respetar derechos más básicos, como el de la intimidad.

Pero en realidad el argumento es todavía más débil, porque si estamos ante corporaciones que no son sujeto de derecho, entonces lo único que corresponde es contrastar el ejercicio por extensión del derecho individual de expresión que hace un medio, con el interés público. Este último no está construido bajo principios comunistas, sino estrictamente liberales: el interés público es el interés por garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a sus derechos. Estar informados es uno de ellos. No tienen que estar correctamente informados, pero sí se puede exigir que los medios actúen de buena fe, y que no deformen el mercado de las ideas con sus intereses privados y sus posiciones de dominio, que alteran el flujo de las ideas porque alteran el funcionamiento "correcto" del mercado.

Entonces: si un medio o grupo de medios no respeta el interés público, sino que solo se dedica a defender sus intereses, debe ser sujeto de regulación. El Grupo El Comercio (GEC) no lo hace, y sigue actuando bajo el principio que lo único que debe representar es lo que le conviene; por lo tanto debería ser regulado. ¿Cómo? Simple: que venda parte de sus marcas y que su comportamiento en el mercado de distribución sea monitoreado y de ser necesario, sancionado. Dado su peso relativo y su ausencia de interés en el interés público, GEC debería ser obligado a desprenderse de las marcas que le permiten subvención cruzada y a retirarse de los mercados que le permiten amplificar su mensaje, reduciendo la diversidad. Que solo se dedique al negocio del diario que lleva su nombre; puede regresar a editar diarios si quiere, pero las marcas que han creado deben ser desprendidas y puestas a disposición de otros. Si un estudio serio determina que hay posición de dominio en el mercado de distribución y comercialización de impresos, debe obligarselo a que contrate servicios de terceros para esas actividades, terceros que deben tratar igual a todas las partes. Destazar al monstruo para que no vuelva a hacer daño...

Claro, jamás va a pasar. Esto requeriría que el presidente tenga interés real en el tema, que quisiera gastar capital político, que en el congreso hubiera un grupo organizado de congresistas pensantes capaces de enfrentar a las varias mafias... Esto no es un tema que se arregla con un Snowden, se arregla haciendo política, pero no parece haber quién la encarne.

Solo queda soñar con el paraíso liberal uruguayo, sanamente nombrado país del año por ese bastión stuartmilliano que es el Economist, y con que algún día no muy lejano Edward Snowden, el verdadero hombre del año (sorry, pero Bergoglio es el retórico del año), sea reconocido por la deuda que hemos contraido con él al mostrarnos la verdadera entraña de la razón de estado contemporánea. Ah, claro, siempre se puede soñar con un mundo mejor el 2014. Soñar no cuesta nada.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Ley Universitaria: lo (mucho) malo, lo bueno (ausente)

El dictamen del proyecto de ley universitaria merece una revisión detallada: espero colgar una versión apostillada en unos días. Pero sí tengo una opinión general que es bien poco favorable de este proyecto, que en general abusa de retórica innecesaria, es redundante, demasiado regulatorio en donde no debería, y en exceso ingenuo respecto al poder de ciertas normas para controlar los peores aspectos de la tarea universitaria en el Perú.

Quizá la manera más simple de ilustrar el punto es destacar algunos vacíos llamativos, que hacen pensar en la coherencia general del trabajo realizado. Por ejemplo, miremos el artículo 3, la definición de universidad, que dice que la universidad es "una comunidad académica orientada a la investigación y a la docencia para brindar una formación humanista, científica y tecnológica a los futuros profesionales". Inmediatamente salta a la vista la insistencia en "futuros profesionales", es decir el énfasis en el pregrado; sin embargo, esta misma ley crearía obligatoriamente vicerrectorados de investigación e institutos de investigación en todas las universidades. Es perfectamente posible formar futuros profesionales de manera completamente adecuada sin tener burocracia de investigación, con poca o nula investigación sino apenas actualización (cosas distintas), incluso sin ser una comunidad académica; es decir, podemos tener buenas universidades orientadas a la formación profesional, distintas a aquellas que buscan concentrarse en la formación de graduandos en maestrías o doctorados. Esta distinción no aparece por ninguna parte, y más bien se insiste en el carácter formativo básico como universal, al mismo tiempo que se plantea la misma exigencia de investigación, como aspecto burocrático, en cada caso.

Por otro lado, se crea una autoridad nacional, la SUNEU, que tiene atribuciones generales como "diseñar políticas", junto con autoridad final sobre cosas tan precisas como la creación de programas o la cancelación de autorización de una universidad, supervisar el otorgamiento de grados y títulos mediante un procedimiento unificado, etcétera. Aclaro: no me parece mal la supervisión como principio, pero aquí se está planteando una burocracia enorme que tendrá que hacer un esfuerzo muy grande para estar al día en todos los temas que puedan interesarle a una universidad. Pienso en cómo hará esta institución para supervisar a los colegas de Física o de Filosofía sin contar con gente tan bien acreditada como aquellos que estarían en las universidades mismas, tomando decisión sobre la formación doctoral en estas materias; inevitablemente, me pregunto si tiene sentido hacerlo, puesto que se supone que si estas personas abundasen en el país, no tendríamos una formación universitaria tan deficiente.

En suma: la ley pretende crear un modelo universal de educación superior sin considerar su conveniencia y viabilidad, a partir de un diseño institucional rígido y más bien arcaico. Al mismo tiempo se propone un sistema muy poderoso de control estatal de la educación superior universitaria, el cual sería ideal si no tuviera algunas rigideces innecesarias.

Este proyecto está claramente inspirado en la noción intuitiva que basta una buena ley para crear la realidad que queremos. Aparte de este voluntarismo, de por sí discutible, ignora lo que me voy a permitir llamar el Principio Dargent: todas las instituciones en el Perú se criollizan. Es decir, en el fondo el problema de la universidad no yace en la ley, sino en la manera como actuan las personas que constituyen las organizaciones y en lo que están buscando. Creer que impedir la reelección de autoridades universitarias hará que desaparezca la corrupción o que la calidad aumentará gracias a vicerrectorados de investigación y tesis de bachillerato, es ignorar que las universidades buenas hacen su trabajo porque se lo toman en serio y que las malas encontrarán la manera de funcionar bajo esta ley y seguir siendo corruptas o mediocres. El daño potencial para las buenas instituciones será rigidez y falta de continuidad, mientras que para las malas el efecto será trasladar la corrupción a otro nivel.

El riesgo de aprobar esta ley es terminar amarrados a un ordenamiento legislativo que por otros 20 años nos mantenga bajo las mismas condiciones que ya tenemos pero con apariencias distintas. Por eso no debería ser aprobada; no porque afecte la autonomía, sino porque no servirá para cambiar lo que necesitamos cambiar y hará que lo malo predomine sobre lo bueno.

Añadido del domingo 15: aquí está mi versión comentada del dictamen del proyecto de ley. Me reafirmo: es un proyecto nocivo y peligroso, y no por la SUNEU, sino por el controlismo y la rigidez con la que se ve el sistema universitario, y las inconsistencias y vacíos de la propuesta. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

Fin de fiesta

Ultima entrega de la Semana del Doctor

Al final, el especial del cincuentenario hizo honor a las circunstancias. No voy a hacer una reseña o cosa por el estilo, simplemente afirmar que pocas veces tanto se ha hecho para los fans de una serie como en este caso.

No solo fue The Day of The Doctor, un episodio de la serie que marca cambios importantes al mismo tiempo que ofreció una historia (o suma de historias) que valen la pena por ellas mismas, y que además contó con suficientes cariñitos para los fans como para que el placer fuera total. Desde mínimas cosas como la broma del décimo Doctor "negando" que había inventado lo de timey-wimey ante el reproche del Doctor de la Guerra, hasta las apariciones de un Tom Baker haciendo de algo que no sabemos exactamente qué es pero que sin duda es parte de la historia del Doctor, y las cejas de Peter Capaldi en la escena culminante de los trece doctores resolviendo el conflicto más serio de la historia universal... brillante, entretenido, inteligente y satisfactorio.

Un detalle técnico: el 3D fue digamos irrelevante, pero al menos no fue molesto, lo que es más que muchas otras veces en donde se pierde tanto detalle que uno no sabe lo que está pasando.

Un detalle narrativo: las escenas de combate por lo general son confusas. Pienso en Transformers en donde realmente uno no tiene idea qué está pasando, y peor si es en 3D. Nick Hurran logró hacer escenas de combate con la cuota casi perfecta de confusión y acción comprensible, y la verdad es eso es un enorme mérito.

Una curiosidad: ¿por qué el Doctor escribió "nunca más" en inglés y no en gallifreyano? Pregunta de fan o más bien de nerd, pero igual me quedó dando vueltas.

Pero lo que más me llama la atención es que el cincuentenario ha traído tanto contenido. Hubiera bastado con The Day of the Doctor, pero se ha regalado a los fans con mucho más.

The Day of the Doctor como experiencia, incluyendo el simulcast global y los cines. Como episodio, creo que se lo puede ver más de una vez con mucho gusto. De hecho luego del cine, la repetición en BBC Entertainment de la noche fue más que bienvenida.

An Adventure in Space and Time, el docudrama sobre los inicios de Doctor Who, es una delicia, con una reconstrucción de época espectacular, una actuación de David Bradley como Hartnell estremecedora, y una historia entretenida y tierna.

Como coda o contrapunto, el otro homenaje largo, "The Five(ish) Doctors Reboot" es puro fandom y comedia ligera pero deliciosa. Es una historia en el "mundo real", es decir sobre las personas mismas que vemos en cámara, sin pretensión de estar actuando. Desde las ganas de tres de los actores más veteranos que han hecho del Doctor (Peter Davison, Colin Baker y Sylvester McCoy) de burlarse de sí mismos hasta los cameos de Ian McKellen o David Tennant, con bromas tan buenas como que existe algo así como The Dalek Operator's Gazette o que John Barrowman tiene un secreto escandoloso, que es lo inverso a lo que uno esperaría hiciera escándalo sobre él hace cincuenta años;  o que Russell T "The Davies" estaba tan ansioso de participar en el cincuentenario que trató de meterse por la ventana en el proyecto secundario de Davison (quien lo trata con el desprecio cachoso con el que Moffat lo trata a él); es probablemente incomprensible para el no fan pero una delicia total para el que sí lo es. Un lujo de proyecto que obviamente fue negociado con Davison ante la imposibilidad de incluir en personaje en el especial de los 50 años.

Los dos miniepisodios: Night of the Doctor que cierra un círculo, al finalizar la historia del octavo doctor; y The Last Day, que es un breve momento de la caída de Arcadia, algo que se escuchó antes pero no se entendía, y que permitió saber de antemano qué era una trinchera espacial. Complementos pero igualmente satisfactorios.

Las cuñas para el cine: primero Strax explicándonos qué nos va a pasar si no respetamos la etiqueta de una sala de cine, y luego el undécimo y el décimo Doctor pidiéndonos que nos pongamos los lentes 3D, aunque sepamos que el centenario será en 12D; una tercera cuña, con Ron Burgundy (sí, el personaje de la película) habla de Peter Capaldi como parte de la promoción de la segunda parte de Anchorman, pero en fin, eso es aparte.

Sumemosle todo lo demás: la invitación en donde uno podía poner su cara en los créditos, Matt Smith hablando de hashtags, etcétera...

Es decir, tanto para regresar y disfrutar. La fiesta perfecta.

viernes, 22 de noviembre de 2013

¿Cómo conocer al Doctor?

Quinta entrega de la Semana del Doctor

Hay dos grandes líneas para conocer al Doctor. La primera es recorrer la gran historia de su vida: su lucha contra los Daleks, su relación con los Señores del Tiempo, eventualmente la Guerra Temporal. Casi en todos los casos, los finales de temporada giran alrededor de su backstory y por lo tanto son para fans dedicados más que para el televidente casual. Por otro lado, está el corpus de episodios individuales, las historias que se pueden entender con un mínimo de manejo de los personajes. La lista que sigue incluye sobre todo de lo segundo, y apenas uno o dos episodios (depende cómo se lo interprete) que girán alrededor de su mitología fundacional.

Es imposible familiarizarse con todo el corpus fácilmente, pero sí se puede, con algo de esfuerzo, ver buena parte de lo esencial del nuevo Doctor en un par de noches. Netflix ofrece las seis primeras temporadas pero solo en inglés y con omisiones importantes (aquello que no se encuentra en la versión peruana de este servicio tiene un asterisco al lado). Esta lista es un reflejo de mis gustos y explica por qué soy fan de la serie. Los comentarios a cada uno de los episodios reflejan mi cercanía a ciertos tópicos y estilos.

Recomendación final: veánlo en el televisor. Conecten la computadora, consigan los DVD, o cuenten con BBC Entertainment. No es lo mismo en la compu. Yo veré incluso The Day of the Doctor en televisión porque es el medio original. 

Del noveno Doctor, Christopher Eccleston:

1. The Empty Child / The Doctor Dances
Notable, ya descrito antes episodio que transcurre en durante la batalla de Inglaterra, que sirve además para presentar al capitán Jack Harkness, el agente del tiempo omnisexual que será importante en los próximos años y que tendrá su propia serie, Torchwood. El final del primer capítulo es realmente aterrador y la resolución encantadora en su simplicidad y su bondad. Everybody lives! como dice el Doctor, celebrando su triunfo.

Del décimo Doctor, David Tennant:

2. The Christmas Invasion
David Tennant se acababa de hacer cargo del papel del Doctor al final del episodio anterior, The Parting of the Ways, e hizo suyo al personaje con una actuación en donde pasa por el rango íntegro del Doctor: astuto, rápido, confundido, héroe de acción, vengativo, silly, encantador. Todo en un argumento asequible a pesar que requiere al menos reconocer un par de personajes previos para poder ser entendido, especialmente el de Harriet Jones, ahora primera ministra. La manera como combina astucia y esgrima para derrotar a los extraterrestres, que son en realidad una especie más bien estafadora, es muy simpática. También es el primer episodio donde Torchwood aparece en serio, siquiera como mención.

3. The Girl in the Fireplace
Casi por accidente, la TARDIS termina en una extraña nave equipada por robots de relojeria, que además está llena de portales que llevan a la Francia pre revolucionaria, donde los robots persiguen a Madame de Pompadour en distintos momentos de su vida. El Doctor la salva pero nunca logra cumplir su palabra de regresar rápidamente a verla, hasta que en la despedida final, cuando le promete llevarla a ver las estrellas, no regresa de inmediato, sino años después. Demasiado tarde: Madame ha muerto tempranamente, y el Doctor, que estaba fascinado con ella, no puede cumplir, una vez más, la palabra entregada. Ingenioso y entristecedor, típico episodio de Stephen Moffat, que se especializa en desconsuelos. El final-final explica todo y al mismo tiempo deja la sensación de cierta trampita.

4. Blink
A ver... el Doctor está varado en 1969, donde se encuentra con un policía enviado desde 2007 que pone en unos DVD mensajes para que una chica, que lo conoció por la mañana de un día de 2007 cuando él tenía 30 años lo busque al día siguiente cuando es un anciano de casi 70 muriendo, pero que se tomó el trabajo de ponerle los mensajes porque el Doctor se lo pidió, y los mensajes son diálogos que un amigo de la chica copia en un papel y que ella entregará en el futuro al Doctor, quien en realidad está en su pasado relativo al presente de ella y que por lo tanto podrá saber qué va a preguntar la chica cuando se vean en el futuro (o en el pasado en relación con ella). Los malos son los Angeles Llorosos, unas estatuas que solo se mueven cuando no las ves, y que te envían al pasado alimentándose de la energía temporal que se genera al viajar. ¿Por qué al pasado? Qué importa, el episodio es fantástico, y encima permite que entendamos qué es el tiempo: a big ball of wibbly wobbly, timey-wimey stuff... Otra joyita más de Stephen Moffat, quien todavía no era el showrunner pero mostraba lo que sabía hacer con la serie. La frase repetida del Doctor es una especie de contraseña entre los Whovians: don't turn your back, don't look away and don't blink!

5. Silence in the Library / Forest of the Dead
La biblioteca más grande del universo ha sido construida en un planeta que antes estaba lleno de árboles, los que fueron usados para hacer los libros. Lástima: era también el planeta originario de los Vashta Nerada, los habitantes originales de las noches en los bosques, esos espectros que te asustan cuando está oscuro, y que explican el temor que todas las especies le tienen a la oscuridad. Ahora viven en las hojas de los libros y amenazan al Doctor, a su acompañante Donna, y a un grupo de arqueólogos encabezados por River Song, quien ya conoce al Doctor, hasta el punto de saber su nombre, aunque el Doctor jamás la ha visto antes: sus líneas de tiempo están invertidas, y el pasado de River es el futuro del Doctor. Encima la resolución de la historia es brillante, excepcionalmente buena, pero si la cuento ya no tiene gracia. Moffat de nuevo... 

6. The Waters of Mars*
Premisa brillante, conflicto ético del Doctor importante para el desarrollo de la historia, y realmente mete miedo: ¿qué más pedirle a un episodio especial? David Tennant no pudo hacer una temporada completa de la serie en 2009 porque estaba ocupado haciendo esto, así que solo cuatro especiales fueron emitidos ese año, incluyendo la despedida del décimo Doctor. Este episodio, que transcurre en la primera base permanente humana en Marte, es trágico y al mismo tiempo fundamental: el Doctor asume sus limitaciones de Señor del Tiempo luego de intentar cambiar un "punto fijo temporal", algo que se supone que nadie, ni siquiera su especie, puede hacer. Las actuaciones, sobre todo la de Lindsay Duncan, la comandante de la base marciana de nombre dedicado a otros fans, son espectaculares.

Del undécimo Doctor, Matt Smith

7. Amy's Choice
Nuestro querido Perú tiene su rol en el universo del Doctor. Su gran amigo el brigadier Sir Alistair Gordon Lethbridge-Stewart quedó varado en nuestro país en un par de episodios importantes, y en este episodio, cuando para protegerse del frio improvisan ponchos, Amy (acompañante del Doctor en esos tiempos) le dice a su esposo Rory y al Doctor "if we're going to die, let's die looking like a Peruvian folk band"... Aparte, es un fascinante episodio de realidades paralelas en el que el Doctor está completamente confundido por los juegos temporales de su enemigo ocasional, el fantástico Dream Lord. Buena resolución, pero solo por el momento peruanista ya vale la pena. 

8. The God Complex
El Doctor y sus acompañantes aparecen en un hotel de estilo setentero del cual no pueden salir, y donde hay habitaciones que contienen los temores más profundos de cada visitante. Es más drama psicológico que otra cosa, pero ofrece una mirada a los personajes, y especialmente al Doctor, que realmente desconcierta. La historia es de primer nivel y la confusión de los involucrados es aún mayor que en la de por sí atemorizante Amy's Choice. Requiere cierto manejo de los personajes antes que de la backstory o del arco de la temporada, salvo momentos precisos, y resulta muy atractiva para cualquier que guste de thrillers con más elementos mentales que de acción.

9. The Wedding of River Song
La más firmemente metida en el backstory de todas las emisiones en esta lista, es un episodio en el que se resuelve el arco de la sexta temporada, con elementos menores de la quinta. El personaje de River Song, que apareció en Silence in the Library, adquiere un peso importantísimo, solo comprensible a la luz de los acontecimientos de toda la temporada. Pero el episodio propone que el tiempo se ha detenido y que todo ocurre al mismo tiempo, lo que permite llevar la silliness a escalas enormes: Londres tiene al mismo tiempo pteradones, carrozas romanas, la guerra de las Rosas y Charles Dickens en un tour promocional televisivo... Mucho rollo confuso pero divertido, algo de miedos con los tenebrosos enemigos, el Silencio, que solo se pueden ver, pero no recordar...  Digamos que es una buena muestra de ideas sueltas que señalan cuánto se puede ganar en diversión si uno se esfuerza en aprehender la backstory.

10. The Bells of Saint John*
La presentación de la actual acompañante, Clara, la chica imposible, se combina con una historia en donde el WiFi se usa para poseer las almas de aquellos que inadvertidamente usan un servicio gratuito, y requiere acción en Londres tanto como trabajo de ciberdetective. Excelentes actuaciones y buena premisa de ciencia ficción, pero sobre todo la integración impecable de una compañera que cobrará sentido conforme el dilema del Doctor toma forma hacia el cincuentenario: ¿qué secretos oculta la existencia de Clara? ¿Qué secretos yacen tras la permanente huida, tras la fuga en todas las vidas que siempre está ocupando al Doctor?

Extra: para entender el cincuentenario es indispensable ver The Name of the Doctor, donde se explica cuál es el gran secreto del Doctor, la existencia de una encarnación que es él, pero no es el Doctor: es el que quebró la promesa que implica su nombre, escogido por él, y más importante que su verdadero nombre. Este otro Doctor, que sabemos ahora se llama El Doctor de la Guerra, es el protagonista de la resolución de la Guerra del Tiempo, donde exterminó a los Daleks y a los Señores del Tiempo, dejando al Doctor como el último de su especie. Lo que hizo, lo hizo en nombre de la paz y de la cordura, pero no en nombre del Doctor... así llegamos al Día del Doctor, este sábado 23: ¿dejará el Doctor de correr, pero recordará y se transformará? No creo... el Doctor siempre correrá, aunque no esté huyendo.


jueves, 21 de noviembre de 2013

Showrunners, arcos y narrativas, o como manejar un canon de cincuenta años

Cuarta entrega de la Semana del Doctor

Más allá de información, no estoy familiarizado con la versión "clásica" de Doctor Who, es decir con la serie original, hecha de emisiones de media hora con historias serializadas en varios capítulos individuales. El formato de los clásicos se mantuvo a lo largo de los 26 años de la existencia original, pero fue abandonado con el renacimiento de 2005.

Para esa época, una transformación clara estaba en proceso en la televisión dramática. Las series, es decir los programas dramáticos con personajes y situaciones claramente identificables pero sin una historia con final definido, funcionaban en el Reino Unido como en EEUU: productores ejecutivos que controlaban los elementos narrativos, escritores que respetando esos elementos narrativos escribían historias, y equipo de producción que eventualmente alteraba el guión y mantenía la coherencia visual y lograba un producto concreto, pero que no estaba anclado en una narrativa general.

A partir del inicio de la década de 2000 comenzó un cambio, en donde las series de televisión se acercaron al formato de la miniserie: episodios unidos entre sí por un arco narrativo que cubría la serie misma, o al menos una temporada de la serie. La mejor crónica de esta transformación es Difficult Men, un libro que relata el nacimiento y producción de varias series, desde Los Soprano hasta Breaking Bad, y aunque es más sucesión de datos que análisis, y está limitada a la televisión de EEUU, sirve para entender por aproximación el concepto de showrunner.

El Showrunner es la persona encargada de la realización de la serie, y en ese sentido ha existido siempre, por lo general como un productor ejecutivo. Sin embargo, la novedad es que una oleada de series se basan en un arco narrativo completo, como las miniseries, que "tratan de una sola cosa", digamos; pero ese arco no implicaba que la serie misma solo durara una temporada. Para que ese arco tuviera consistencia, el showrunner terminaba no solo creando "el universo" de la serie, sino el arco mismo, escribiendo la mayoría de episodios e indicando claramente qué esperaba de cada episodio no escrito por él.

Obviamente hay tolerancias: en series como Los Soprano hay episodios que existen casi solos, como en una serie clásica; en otras como The Wire es imposible encontrar episodios sueltos. No se limita al drama: comparar Seinfeld, el epítome del sitcom pre-2000, con How I Met Your Mother, donde hay arcos como "el incidente de la piña" que reaparecen a lo largo de las temporadas, sirve para constatar cómo se ha ido expandiendo esta tendencia. Pero la lógica detrás es la misma: el showrunner mantiene la integridad estructural de la serie.

Esto pasó con Doctor Who en su nueva versión. Russell T Davies se convirtió en el showrunner, tomando decisiones desde quién interpretaba al Doctor hasta los arcos narrativos de cada temporada, abandonando el formato serializado: en la primera temporada un par de episodios "dobles", es decir que comienzan y terminan en dos emisiones, y así sucesivamente. La intención era que la temporada entera fuera un arco, donde acontecimientos al inicio cobraran un nuevo sentido al final.

Para ello, la producción tiene que ser más consistente, y el resultado es que poco a poco, Doctor Who comenzó a ser dominado por una sola voz. De 2005 a 2009 fue Davies, con arcos relativamente asequibles; a partir de 2010 es Stephen Moffat, quien adora los arcos complejos que incluso son multitemporadas. Es imposible entender todo lo que pasa en The Wedding of River Song, el final de la sexta temporada, sin haber visto cuando menos dos dobletes previos: Impossible Astronaut/Day of the Moon y A Good Man Goes to War / Let's kill Hitler. Cinco episodios de trece para captar el hilo narrativo de la temporada, y hay varios elementos que igual se escaparían de no ver los otros episodios.

Al mismo tiempo, y con toda la historia detrás, el showrunner de Doctor Who tiene que incorporar un arco más complicado: los cincuenta años del personaje. Los Daleks, los Cybermen, la Gran Inteligencia, todos aparecen y desaparecen de la historia con regularidad, pero son pedidos por los fans que además esperan consistencia dramática e histórica: no se puede cambiar a los Daleks sin consecuencias, de la misma manera que el Doctor no puede regenerarse sin motivación.

Un elemento más debe ser considerado: Doctor Who siempre fue multimedial, o si se quiere, transmedial. Desde los inicios se novelizó, se hizo comics, se emitieron dramas radiales, luego webzines, miniepisodios y demás. Todo este contenido de fuentes variadamente oficiosas constituye un corpus complejo que nunca ha sido delimitado explícitamente por los showrunners: no hay un canon, algo que indiscutiblemente se considera "oficial", dejando el resto fuera. El Corpus es enorme y complejo: hace una semana, el octavo Doctor, que solo había hecho una aparición televisiva en 1996 --en una película para televisión que no logró despegar el interés en un revival-- reapareció en video, en un miniepisodio que sirve para cerrar su existencia; se regenera y da lugar al Doctor de la Guerra, que aparecerá en el episodio de los 50 años. Paul McGann solo ha interpretado al Doctor dos veces ante cámaras, pero entre dramas radiales, novelas, novelas gráficas y demás, es el Doctor con más material, y parte de este material fue referenciado en un momento de Night of the Doctor, cuando se despide de acompañantes que solo han existido en la radio.

Esta densidad de información puede ser una maldición, dado que es fácil terminar atrapado en ella y confundirla con densidad (calidad) narrativa. La gracia de los dos showrunners que ha tenido Doctor Who desde su renacimiento es que han logrado mantener la serie en el cuidadoso equilibrio de densidad informacional y narrativa, sin confundir (o confundiendo poquito) y logrando que nuevos fans se incorporen gracias a las historias menos densas.

Al mismo tiempo, la inmensa riqueza de material complementario que la Internet permite que exista sirve para que el fan casual pueda entender todo y eventualmente, ser fan duro. Si hay dudas sobre una historia, ¿qué más fácil que ir a sitios como Tardis Data Core, donde puedes averiguarlo todo? Añadamos que, sin considerar la legalidad, es posible ahora consumir a Doctor Who fuera de las emisiones televisivas, gracias a variedas alternativas que van desde el video on demand de Netflix hasta un buen torrenteo, es fácil comprobar que el consumo es tan intenso como la producción.

Por eso es que Doctor Who es un buen ejemplo de transmedialidad. Si, aceptando la definición de Henry Jenkins, transmedialidad es "stories told across multiple media", Doctor Who viene haciéndolo hace décadas. Sin entrar a debates académicos, es precisamente la diversidad de medios lo que hace tan difícil, y atractivo, seguir a la serie de manera constante, lo que crea un impulso para ser un fan duro, dedicado y tan denso como la narrativa.

A nuevos productores, nuevos consumidores. El éxito de Doctor Who es señal de la nueva televisión, capaz de capturar atenciones aunque no la veamos en televisión, y baliza para pensar cómo contar historias a través de nuevos medios: transmedialidad, arcos narrativos, pero sobre todo imaginación y audacia, para salir de lo convencional rescatando lo bueno del pasado. Esa es la lección de estos 50 años.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Las muchas vidas del Doctor

Tercera entrega de la Semana del Doctor

En 1999, Doctor Who estaba fuera del aire, y no era claro si volvería algún día a ser filmado. Pero su importancia en el imaginario colectivo británico era lo suficientemente fuerte como para motivar que varios talentos humorísticos se reunieran para preparar un "episodio" para la versión inglesa de la Teletón. El resultado fue The Curse of Fatal Death, nombre absurdo pero no por ello menos adecuado para una parodia que mezcla humor de juegos de palabras, insinuaciones sexuales, escatología y simples bromas tontas. Durante este episodio, Rowan Atkinson, Richard Grant, Jim Broadbent, Hugh Grant y Joanna Lumley interpretan al Doctor. No, no es parte del canon, pero sí del corpus.

La gracia, es obvio, es la sucesión de Doctores que aparecen en menos de 20 minutos, y la explicación para esta sucesión yace en  las regeneraciones. Desde 1966, cuando William Hartnell decidió dejar de ser el Doctor, se inventó esta idea que se podía seguir siendo el Doctor en otro cuerpo, con otra personalidad, otra edad, otro estilo de vestirse, siempre y cuando se siguiera siendo británico, varón (salvo Lumley), blanco y más bien excéntrico de apariencia (salvo Christopher Eccleston). Lo demás está disponible para modificar y jugar. Lo que no cambia es la TARDIS, la nave espacial que tras la absurda y constante apariencia de una caseta telefónica policial de la década de 1960, oculta infinitos ambientes y múltiples personalidades. Lo que siempre cambia es la gran cantidad de mujeres que, sin ser pareja del Doctor, lo acompañan en sus viajes en el rol de asistente, damisela en peligro, conciencia moral y ocasionalmente comic relief.

El Doctor es constante, pero cambia: siempre lucha por la justicia, siempre es inteligente, siempre es astuto, siempre es ingenioso. Pero puede ser impaciente, infantil, irritante, incisivo, según el "vehículo" que lo contiene lo es. Tiene otra particularidad: siempre se viste igual, o casi igual. El primer Doctor, un respetable abuelo canoso de imagen eduardiana (por esto, no porque se pareciera a este autor), hace un contraste claro con la absurda bufanda del cuarto Doctor, o con la pasión por el fez del undécimo Doctor, o por la facha de jugador de cricket, con rama de lechuga en la solapa, del quinto Doctor. El único de los Doctores que no llamaría la atención por la calle sería el noveno, vestido con una simple casaca de cuero. Es el más campechano, y el más molesto o amargado.

Esta variedad no tiene coherencia con sus orígenes. En un momento indeterminado, el Doctor original decidió huir de su planeta, Gallifrey, junto con su nieta. Se robó una TARDIS (Time and Relative Dimension In Space, ya sé, el nombre no tiene sentido alguno) y se fue corriendo, huyendo. Andaría por los finales de su octava centuria; el Doctor tiene más de 900 años en la actualidad. Un viajero en la cuarta dimensión del tiempo y el espacio, el Doctor recogía acompañantes cual amante de perros callejeros, y los llevaba a conocer el universo. En el camino se topaba con sus enemigos, y tenía conflictos con sus compatriotas, y ayudaba a la Tierra a enfrentar amenazas. Poco a poco, la historia se fue inflando: acompañantes, rivales, socios locales, el Doctor dejó un rastro en cada regeneración.

Para finales de la década de 1980, los viajes del Doctor comenzaban a gastarse. La serie, originalmente más para niños que otra cosa, fue perdiendo brillo, los guiones se debilitaron y la calidad de la producción quedaba claramente en desventaja. La BBC optó por cerrar el ciclo en 1989, con el sétimo Doctor. La serie estaba agotada, más por cuestiones de estilo narrativo que por la temática o el personaje. Este en realidad seguía siendo good silly, como se ha dicho ya: alguien que precisamente por lo absurdo de su apariencia, de su comportamiento y de su estilo general de hacer las cosas, servía como paladín de la humanidad sin ser parte de ella. Un buen alien.

El término Alien en inglés quiere decir "que no es de aquí". Puede ser extranjero, puede ser extraterrestre, pero también puede ser algo disimil, inconsistente u opuesto a uno. El Doctor es alien, porque es extraterrestre y porque es disimil a e inconsistente con los humanos. Aparenta ser uno de nosotros, pero aparte de una fisiología diferente (dos corazones), y la capacidad de regenerarse y de vivir centurias, percibe la experiencia y el tiempo distinto que nosotros. Su diferencia es racional, cognitiva, pero de alguna forma no nos es alien en lo emocional. No podrá ser esposo feliz, pero en el fondo le gustaría ser "normal"; no puede quedarse en un solo sitio, pero no es su culpa, sino sus circunstancias. El Doctor vive cerca de nosotros porque la unión de lo que es y de lo que se ha visto obligado a vivir lo han vuelto bastante parecido a nosotros. Pero sigue siendo un alien, que no quiere naturalizarse; quiere persistir en su naturaleza al mismo tiempo que rechaza las instituciones y las prácticas que son parte de esa naturaleza.

¿Qué lo lleva a huir, a "estar huyendo todas mis vidas", como enuncia en el trailer de los cincuenta años? Secretos terribles que recién emergen, con el undécimo. El rechazo a su sociedad que proviene de una incompatibilidad todavía inexplorada. Parece mentira que tras cincuenta años haya todavía cosas que explorar en un personaje que, finalmente, es ligero, drama de 45 minutos orientado al entretenimiento de género. No estamos ante un personaje de Dostoievsky, pero tampoco es una caricatura simplona. Es, como toda la literatura fantástica de buena calidad, un reflejo de temores y esperanzas de su época proyectados en espacios y tiempos por inventarse. Es lo que nos gustaría ser si nuestras instituciones, nuestras prácticas, nuestra forma de vida, no nos llevarán en otra dirección.

El Doctor de la segunda vuelta cambió. Carga con su Gran Guerra Temporal, pero también con las demandas de la popularidad televisiva: es más joven, más ligero, más orientado a un público distinto donde las pasiones adolescentes se estiran por años, y donde la dedicación de sus fans exige no parece tan alien, o en todo caso ser un alien más acorde con nuestros tiempos. No es un guardián ligeramente lejano si no el chofer designado, que nos cuida en nuestros descuidos. Casi casi nuestro igual. Puede ser brusco o maleducado pero nunca se molesta con nosotros, y sigue siendo británico en sus manías, sus gustos y su apariencia. El aggiornamiento es completo: Inglaterra ya no es un refugio de excentricos que se resisten a cambiar en un mundo sin imperios ni poderío; es el centro cool del planeta, donde todo parece ser cosmopolita y original, pero con sus hilos conductores con el pasado singular de lo inglés como viñetas televisivas. Se toma té pero no se juega el cricket del campo inglés, se viste con Tweed pero tiene facha de hipster. La renovación lo hace universal en su liberalismo europeo: anda con omnisexuales pero prefiere las familias, no respeta la diferencia sino que la tiene incorporada por completo, como el caso de su gran amiga Vastra, una siluriana (reptil de antes de los humanos) casada con una muchacha de clase baja en un matrimonio tan mixto que debe producirle pesadillas a los más conservadores pero que no provoca ni siquiera sorpresa en él. Lo ha vivido todo, lo ha visto, pero sigue queriendo gozarla. Un hombre de su tiempo.

¿Cuánto más durará el Doctor? En algún momento, en el futuro mediato, este hipster metatemporal se agotará como se agotó el reflejo posimperial que apareció en 1963. Quizá se reinvente, quizá le tome un tiempo, quizá quedará como un gran recuerdo que afanosos muchachos bajarán a sus brain drives en cincuenta años, para apreciar ese arte perdido que fue la televisión. Entre nosotros, sus fans, seguirá siendo una proyección espléndida de nuestra imaginación, de la imaginación que quisieramos tener.

Doctor, que tenga larga vida y prosperidad, siempre en una TARDIS eterna en una pantalla cualquiera.



Gif de los Doctores por Javi de Castro, en Crucigramas y Café

martes, 19 de noviembre de 2013

¿De qué trata Doctor Who?

Segunda entrada de la Semana del Doctor

Para apreciar Doctor Who, no hay como acercarse a través de episodios que no requieren manejar la densa y larga narrativa construida a lo largo de los 50 años de la serie. El mejor caso para mi gusto siendo el episodio doble The Empty Child / The Doctor Dances. En él, el Doctor llega con su compañera al Londres de la Batalla de Inglaterra, siguiendo un pedazo de basura espacial que ha caido, a través de un agujero en el tiempo, donde no debe estar. Al mismo tiempo que lo busca, se topa con un niño que anda por las calles solo, con una máscara antigas permanentemente puesta, y que pregunta por su mamá. El niño tiene la capacidad de aparecerse en todas partes y de usar todo aparato eléctrico para mandar el mismo mensaje: mummy, are you my mummy? Más adelante, el Doctor llega con sus acompañantes a un hospital abandonado, donde todos los pacientes yacen en sus camas con las mismas heridas traumáticas, la misma máscara antigas en la cara, fusionada a la piel, y solo saben decir lo mismo... mummy, are you my mummy? De pronto, el mismo médico que los atiende se convierte, delante del Doctor, en un monstruo cuya cara es reemplazada por una máscara de gas, y que solo puede repetir, al unísono con el grupo que lentamente se acerca hacia el Doctor, mummy, are you my mummy? Así termina el primero de los dos episodios... con el televidente tan asustado como los personajes...


La narrativa básica de Doctor Who es simple: el personaje principal se enfrenta al mal y sin usar armas ni agredir, vence. Muchas veces sus acciones terminan en la muerte de los enemigos, o en la muerte de sus amigos, que caen defendiéndolo. Pero al final gana el bien, frente a todas las variantes del mal que pueden aparecer en una serie familiar que se transmite en horario de protección al menor. El resultado fue "ver la televisión escondido tras el sofá". El miedo es parte de la experiencia, como lo son los monstruos, y la expectativa de ser salvado por el Doctor.

No se trata realmente de ciencia ficción, sino de fantasía. La premisa es que el Doctor es un viajero en el tiempo, que usa su nave, que es más grande (en realidad infinita) por dentro que por fuera: su apariencia, por razones singulares, es la de una caseta telefónica policial, algo que no era raro en la Inglaterra de la década de 1960 pero que ya no existe. Ese artefacto absurdo sigue siendo la nave, que en realidad está viva y conectada con el Doctor, mediante la cual se puede viajar por el tiempo y el espacio, desde el inicio del universo hasta su final, sin escalas y de inmediato.

El Doctor es parte de una raza, los Señores del Tiempo, propia de un planeta llamado Gallifrey, en el que hay una ruptura del tiempo, the untempered schism. La exposición a esta ruptura ha permitido que los habitantes del planeta, tras milenios, sean capaces de ver el tiempo de una manera distinta al resto del universo; como lo definió el Décimo Doctor, "People assume that time is a strict progression of cause to effect, but *actually* from a non-linear, non-subjective viewpoint - it's more like a big ball of wibbly wobbly... time-y wimey... stuff."


Por supuesto, esto es un absurdo, como mucho en la ciencia ficción. La diferencia es que Doctor Who no tiene la intención, como otras obras que sí son parte de ese género, de presentar algo parecido o siquiera vagamente similar a lo que entendemos por ciencia. Si Star Trek habla de velocidad warp podemos preguntarnos si es teórica, o especulativamente siquiera, válido como idea hablar de curvar el espacio tiempo para lograr ir más rápido que la luz, como ciertas teorías parecen indicar que es cierto. Cuando el Doctor habla de su percepción del tiempo y de la existencia de especies "conscientes del tiempo", estamos ante fantasía pura. Como se dice en inglés, silly, but good silly...

Claro está, no se queda ahí: todo el rollo fantástico sirve para contar historias, y estas son fundamentalmente reflexiones sobre la humanidad, sobre las relaciones humanas y sobre lo que importa: la amistad, la familia, la valentía, el honor, el respeto por la vida, y la inteligencia. El Doctor podrá ser bastante crudo a la hora de enfrentar a sus enemigos, pero nunca usa armas, nunca ataca primero, y siempre lucha porque es provocado. Es un buen burgués, respetuoso de los demás pero jamás dispuesto a ser pisado y atropellado. Y nada es más importante que sus amigos, y su familia finalmente.

Esa búsqueda fundamental de virtudes burguesas lo lleva a ponerse en medio de riesgos enormes, y a nosotros a ser testigos de su audacia, de su astucia, mientras contemplamos la posibilidad de ser víctimas de esos monstruos y nos asustamos en el proceso. La victoria sabe más dulce cuando pasamos por la experiencia de estar en riesgo fatal, y el Doctor es más heroico cuando sufre para vencer, cuando sacrifica algo por el bien común.

Esto, visto desde nuestra perspectiva, pues los humanos somos sus favoritos. Para los enemigos, el Doctor es un genocida, la Tormenta Que Llega, el Monstruo, el Destructor de Mundos...  La noción aquí es que las decisiones que el Doctor toma para salvarnos afectan a otros, y que por lo tanto, al menos un poquito, la moralidad de las mismas es discutible. ¿Somos mejores que los Daleks, que los Cybermen, que los Sycorax, que los Sontarans? No es trivial tratar de explicar por qué el Doctor nos prefiere, al menos no al interior del mundo que nos ofrece la serie.

El Doctor viaja siempre con acompañantes, que son sucedaneos de los televidentes, preguntando lo que queremos saber y presentando las emociones y dudas que nosotros tenemos al ver los episodios. Hay malos y malos: algunos aparecen en un solo episodio, mientras otros son tan constantes como el Doctor mismo, especialmente los Daleks, esos monstruos casi ridículos, inmensos saleros con un desatorador y una batidora de mano como brazos, que solo parecen saber decir una cosa: ¡EXTERMINAR! Los mayores enemigos del Doctor, son criaturas obsesivamente xenofobas, que consideran indispensables exterminar a todo aquel que no sea como ellos, y que salvo ante la inteligencia del Doctor, son invulnerables. Su apariencia vagamente absurda es producto de la pobreza de medios de la producción original, pero la han mantenido a pesar de los años, y resultan ligeramente incoherentes con la sofisticación que se puede alcanzar con medios digitales contemporáneos. Pero no por ello dejan de ser efectivos, y sobre todo siguen representando la mejor forma de maldad: pura, sin adulteraciones, basada en el prejuicio y el odio. Nazis de lata, digamos, pero igualmente nazis.

La lucha entre los Daleks y el Doctor es tan fundamental a la serie que son el motivo de muchos cambios entre el personaje original, que duró de 1963 a 1989, y la nueva versión, que se inición en 2005. En medio ocurrió la Gran Guerra del Tiempo, cuyos eventos serán en buena parte el tema del episodio de los 50 años. En ella el Doctor destruyó tanto a los Daleks como a los Señores del Tiempo, "sin opción, en el nombre de la paz y la cordura", como dice el Doctor de la Guerra, una versión más del Doctor que aparecerá en dicho episodio. Exactamente qué ocurrió es una de esas cosas que atormenta a los fans, y que hará que muchos especulen hasta el momento mismo que se inicie la emisión.

Lo que lleva a la pregunta final: ¿cómo así hay un Doctor por cincuenta años? Fácil: desde el comienzo, varias ideas fueron brillantemente puestas en juego por el equipo de producción, encabezado por Sidney Newman y por Verity Lambert (la primera mujer con cargo de productora en la BBC): el carácter extraterrestre y longevo del personaje, su soledad o exilio, su nave absurda. Pero la más brillante fue la idea que, dado que el Señor del Tiempo juega con otras reglas, no tenía por qué morir: cuando su hora llegaba, le bastaba regenerarse, convertirse en otro que era él pero distinto. Con ese truco, 12 actores han interpretado al Doctor, y un décimotercero lo hará desde el 2014. Pero ese es tema para la próxima página.

Por ahora, que quede claro: Doctor Who es un programa sobre la amistad, la fidelidad, el honor y la inteligencia, contado mediante monstruos derrotados no sin esfuerzo por el "loco con su caseta", donde Gran Bretaña es el centro del universo y la historia un pañuelo perfumado de té, donde todos se portan bien salvo si son malos, y donde a pesar de todo lo que ocurre en el mundo, permanentemente invadido y destruido por extraterrestres, al final volvemos a la normalidad. Con el Doctor, Time in our sides, so to speak.

lunes, 18 de noviembre de 2013

La Semana del Doctor


Hace fácil 40 años, un sábado por la tarde, entré con mi madre a ver una película que ofrecía ser entretenida sin mucha pretensión: extraterrestres, robots malos, un viejito que junto a niños de mi edad o algo así enfrentaba el mal y lograba triunfar. No tenía idea que era mi primer contacto con un corpus audiovisual que a estas alturas está en camino de convertirse en cincuentenario. Se llamaba Doctor Who y los Daleks. Sí, se trataba del Doctor.

OK, en general se acepta que esta película y una más filmada hacia 1965 no son parte del canon, es decir del conjunto de las obras que no solo refieren o tratan del mismo personaje, sino que son aceptadas como parte de la historia que debe ser respetada y eventualmente referenciada cuando se escribe algo nuevo sobre el Doctor. Pero igual. Esa película sobrevivió en varias semanas de juegos en los cuales insistía en que me atacaban los Daleks, a los que vencía con la combinación de inteligencia, astucia e improvisación que caracterizaba a ese Doctor, como lo ha hecho en buena medida a todos los Doctores.

Salto hasta 2006: una noche de viernes, serendipíticamente, me topé con el primer episodio de la primera temporada del revival de Doctor Who. Rose, ese primer episodio, capturó mi atención y me convirtió poco a poco en un Whovian, en un fan declarado y dedicado de la serie. Esta serie que el 23 de noviembre cumple 50 años de su primera emisión, y que los celebrará con un evento singular y potencialmente transformativo: la transmisión global simultánea del episodio especial por los cincuenta años, a la misma hora, en 75 países del mundo. En el Perú se podrá ver en BBC Entertainment por cable, y en varias salas de cine 3D. Largo camino desde ese accidente cinemero de hace 40 años, a la realidad transmedial de ahora.

¿La razón? Más allá de ser en su nativa Gran Bretaña un fenómeno masivo, en el sentido tradicional de la televisión de señal abierta, Doctor Who tiene una base de fans global que tiene las características de eso que se llama un cultura de fans: altamente conectados, dedicados e informados, dispuestos a conseguir lo que quieren sin esperar. Este especial de aniversario, de no ser transmitido en simultáneo, sería bajado sin el más mínimo empacho por los fans del mundo entero apenas terminará de ser visto en la BBC, como igual lo será luego que sea visto por esa comunidad de fans que en todo el mundo espera el Día del Doctor, que es el nombre del episodio tanto como el día del acontecimiento.

La BBC ha sabido promover el episodio de manera muy adecuada para estos tiempos: aparte de la cobertura que se puede esperar de un programa televisivo, los trailers y teasers han sido publicado en YouTube al mismo tiempo que han sido emitido en los canales de la BBC; aparte de posters para las calles británicas se ha creado una campaña con hashtags: #savetheday es la manera de seguir y difundir todo lo relacionado con el Día del Doctor. Encima, han enriquecido el corpus con un episodio que explica un acontecimiento faltante, que no voy a explicar aquí sino en los días que vienen. En suma: han hecho su tarea, alimentando al monstruo global.

Una serie nacida en la televisión en blanco y negro, cuando los episodios se filmaban en video directo, con poca edición y sin mayor postproducción, que sobrevivió por 26 años seguidos con altas y bajas, que durmió televisivamente por 16 años mientras los fans se sostenían con revistas, comics, novelas, radionovelas, una película para televisión y fan fiction, para revivir como un drama moderno el 2005 y que tiene una vitalidad impresionante, se muestra como el mejor ejemplo de la transformación televisiva que estamos viviendo: producida por un show-runner que le da la consistencia que el fan de estos tiempos, criado con series con arcos narrativos de varias temporadas, espera y ansía; compleja en su recurrencia en el uso del canon pero narrativamente asequible para el televidente medianamente dedicado; complementada por mucho contenido en otros medios; acogedora de los fans y su vocación por crear contenido extra; rica en referencias internas y externas.

Esta semana es, inevitablemente, la Semana del Doctor. Si bien el cincuentenario del asesinato de JFK merece algunas reflexiones sobre cómo ha cambiado el periodismo, la noción de noticia y la vida misma con la predominancia del video casero, dejaré eso a otros. Esta Semana del Doctor merece ser cubierta con miradas desde varios ángulos a lo que es un tema importante de reflexión sobre el futuro de los medios, pero que además es un pretexto fantástico para alimentar al monstruo, del que me encanta formar parte.

Allons-y, como diría mi Doctor favorito (todos los fans tenemos un Doctor favorito). A celebrar esa creación encantadora, completamente británica pero a estas alturas universal para los fans, que expande lo que entendemos por ficción a través de un personaje que celebra la inteligencia, el ingenio, la amistad y los lazos que nos unen. Celebremos juntos la Semana del Doctor.

Martes: La narrativa básica, ¿de qué trata Doctor Who?
Miércoles: Las muchas vidas del Doctor
Jueves: Showrunners, arcos y narrativas, o como manejar un canon de cincuenta años
Viernes: Para conocer al Doctor: 11 recomendaciones para once doctores

domingo, 17 de noviembre de 2013

FB y la publicidad: transformando lo más tradicional en la comunicación

Facebook existe gracias a que una enorme cantidad de empresas considera que puede alcanzar a su público a través de avisos colocados en las páginas personales de la audiencia del medio social más grande del planeta. En esto, FB es lo mismo que la radio, la televisión o cualquier otro medio comercial: captura una audiencia para ofrecérsela a los anunciantes.

La gracia es que mientras un medio masivo ofrece enormes audiencias indiferenciadas, un medio social ofrece cruces precisos de intereses comerciales con patrones de consumo tanto individuales como de pequeñas redes sociales, esos tejidos de amigos que leen tu perfil y que aceptan tus comentarios. Esas redes sociales existen alrededor de personas concretas que realizan actos concretos de consumo, y la clave para monetizar, es decir para convertir en dinero a las audiencias, es convertir a cada miembro de cada red no solo en un mecanismo para difundir mensajes publicitarios, sino en una fuente de información precisa sobre los intereses y gustos de cada miembro de cada red social; y para mejorar aun más el modelo, usar a cada persona como validador de cada proveedor de publicidad, a través del uso de la actividad de cada usuario como base para difundir los mensajes publicitarios.

De eso se trata la nueva estrategia publicitaria de Facebook: le ofrece a un anunciante información precisa no solo de lo que te gusta a ti, sino de cuánta gente en tu red social gusta de determinadas cosas, de manera que la publicidad que aparece en tu muro no será simplemente lo que te gusta, sino lo que tus amigos han consumido y han gustado, de tal forma que sea más difícil no sentirse aludido por el mensaje publicitario.

Funcionará más o menos así:

  1. El nuevo restaurante "El Once" ofrece un plato exótico, croquetas de pescado con flan de vainilla, que quiere promover. 
  2. Los dueños de este restaurant logran interesar a una serie de personas, gracias a publicidad relativamente convencional, como AdWords, que identifica lo que alguien escribe en sus correos para  colocar avisos de texto en su página de Gmail. El resultado es que un "amigo" en tu red social en FB, pata al que ni conoces pero que siempre postes cosas interesantes, va a ese lugar. 
  3. Encantado de la experiencia, postea como mucho en su muro primero, que está en el restaurant, y luego que le gustó cierto plato, quizá con foto y todo. 
  4. FB identifica el enlace a "El Once" y decide que tú, "amigo" del visitante, puedes ser cliente del restaurant aquel. Entonces, cuando "El Once" decide comprar publicidad en FB, el sistema basado en Graph Search le ofrece la opción de colocar publicidad encubierta: un enlace recomendado a través del comentario favorable de tu "amigo", porque está probado que no solo leerás ese enlace, cosa que posiblemente no hagas con publicidad convencional, sino que bien puedes hacerle caso, y decidir ir a visitar este nuevo restaurant, aunque no tengas idea de las conexiones que llevaron a tu amigo a ir originalmente. 

La publicidad así transformada es mucho más precisa, no es solamente publicidad como avisos sino que tiene la validación social que es indispensable para que le prestes atención, y encima beneficia a todos los involucrados porque FB consigue monetizar la actividad de sus usuarios, los anunciantes obtienen resultados mucho más precisos, y tú ni siquiera te das cuenta que es publicidad, porque parece más una buena recomendación. Encima, tu "amigo" ni se entera que ha sido la razón misma para que tú recibas un mensaje publicitario.

En un modelo como este, todo que se ofrece publicitariamente tiene validación social, y el público para el que se diseña los mensajes no tiene que definido gruesamente, como con los medios masivos, sino que es tan preciso como cada anunciante decida definirlo.

¿Cómo puede fallar este modelo? Solo si es que los usuarios de FB optan por no usarlo para contar lo que hacen con menciones específicas a negocios, productos o servicios. Si en vez de decir "fui al Once" con enlace y todo, decido poner "fui a un nuevo restaurant" sin entrar en detalles, nadie podrá usar tus posts para hacer publicidad. En otras palabras, habría que dejar de usar FB para decir lo que se hace, lo que te gusta y lo que te parece interesante, y no mencionar una sola marca nunca, para que tu muro no sea usado con fines comerciales.

¿Es posible eso? Complicado... no imposible pero sí complicado. Pero si quieres poner una proclama en tu muro declarando tu independencia de FB, mejor di algo así:

"Hoy, en uso de mis mejores condiciones físicas y mentales, declaro que no volveré a mencionar una sola marca ni a enlazar a nada que se venda o se compre o que tenga página en FB, o que tenga publicidad en FB, para impedir que sea usado como parte de la nueva estrategia de monetización de este medio social. Sabré que he logrado el éxito cuando FB entre en crisis y se dé cuenta que no tiene futuro, y se convierta en el nuevo Hi5. O sea, sacrificaré lo que hace FB tan interesante, a cambio de hacerlo inviable económicamente. "

Una recomendación más viable es bajar todo lo posible las menciones explícitas de actividad comercial, incluyendo el uso de los servicios de localización. Eso puede ser mucho más útil, pero hay que aceptar que no se puede tener todo lo que ofrece FB sin aceptar la publicidad en su nuevo formato. Tú dirás.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

La bomba: el capítulo de propiedad intelectual del TPP es una catástrofe (gracias Wikileaks)

Hace rato que Wikileaks solo era una extensión de la megalomanía de Julian Assange, pero esta vez realmente se han apuntado un poroto: han filtrado el capítulo de propiedad intelectual del TPP, que es una catástrofe absoluta en casi todas las formas posibles.

No he terminado de leerlo pero sí tengo varias opiniones de conocidos analistas de estos temas, que traduzco y cito:

"La fuga muestra que los EEUU busca imponer las más extremadas exigencias de Big Pharma (industrias farmacéuticas) y Hollywood, dijo Public Citizen, a pesar de la pexresa y frecuentemente universal oposición de los socios comerciales de los EEUU. Las preocupaciones manifestadas por los socios en la negociación del TPP y por muchos grupos de la sociedad civil en el mundo, que se expresan por el deterioro de acceso a medicinas asequibles, la Internet e incluso textos escolares a partir de las disposiciones del TPP, han resultado en un impasse generalizado en las negociaciones del capítulo de propiedad intelectual, lo que ha entrampado el proceso".

KEI sostiene que el TPP, " negociado en secreto, [...] es malo para el acceso al conocimiento, es malo para el acceso a medicinas, y profundamente malo para la innovación", en su documento de análisis que es contundente al demostrar lo desastroso que podría ser este capítulo. 

Derechos Digitales tiene esta página en español sobre el tema.

Aparecerán más comentarios seguro, y los añadiré. El tema es simple: el TPP es una pésima idea, y el gobierno peruano, signatario potencial de esta cosa, debería explicar por qué está dispuesto a ceder tanto simplemente para el acceso a mercados que ya son accesibles gracias a los tratados de libre comercio existentes. 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Asuntos Internos: desafíos para la PUCP y la opinión de dos candidatos

Esta entrada es la primera que tiene el subtítulo de Asuntos Internos, que será el designador de cualquier cosa que escriba sobre el proceso electoral que viene el 2014 en la PUCP. Si bien estas entradas están dirigidas a la comunidad PUCP y más específicamente a los profesores, son públicas; pero reservo el derecho de solo publicar comentarios de profesores. Aclaro lo obvio: estos posts reflejan mi opinión y solo mi opinión.

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Históricamente, los rectores de la PUCP han sido elegidos entre las autoridades ya existentes, especialmente desde que la ley universitaria de 1969 creo el sistema en vigencia que hace que el Rector deba ser un profesor principal. A partir de ese momento, el Rector ha sido siempre el Vicerrector anterior, con el nombre que sea (pro rector en el caso de José Tola, o ahora vice rector académico). Solo en 1994 hubo realmente disputa por el rectorado, con una elección relativamente cerrada entre el vicerrector Lerner y el rector, perdedor, Hugo Sarabia.

Ahora las condiciones son otras. Los años de conflicto con la jerarquía de la Iglesia Católica, cierta sensación de cansancio y la falta de claridad sobre el rumbo institucional, así como la expresión constante del actual Rector de no estar interesado en otro período, han llevado a un panorama en donde existen, por primera en la historia de la universidad, candidaturas explícitas de profesores que no son parte del equipo de autoridades, y ciertamente no son ni han sido vicerrectores.

Ambos se presentaron públicamente el jueves 30 de octubre en un evento llamado "Desafíos para la PUCP en el nuevo contexto": Marcial Blondet, de Ingeniería Civil, lanzado hace ya algunos meses, y Eduardo Ismodes, de Ingeniería Industrial, quien confirmó ese día ser candidato de su sección. Fue un ejercicio interesante, que en mi opinión dejó bastante en claro cómo enfrentaría cada uno la gestión institucional, y que además permitió formar juicios sobre su mirada de la situación, ante varios temas pero sin duda sobre el tema del conflicto con la Iglesia Católica.

No voy a hacer un resumen de las exposiciones, pero creo que hay varios asuntos que destacar que pueden servir para ir configurando una opinión. En ambos casos se afirmó la necesidad de repensar algunas ideas que han sido expresadas con cierto énfasis en los últimos años: la definición de la PUCP como una "universidad de investigación", por ejemplo, fue motivo de comentarios interesantes; en el caso de Blondet, un cuestionamiento a la falta de claridad sobre lo que eso implica; en el caso de Ismodes, una serie de comentarios más genéricos que terminaron con una idea al menos discutible, que es lograr pasar de estar en el 5% de los rankings internacionales (o latinoamericanos, no me quedó muy claro) al 1% en cinco años. Similarmente, en temas de gestión institucional Blondet planteó asuntos precisos, incluyendo una promesa explícita de mejorar los comedores universitarios; Ismodes propuso más bien que tanto alumnos como profesores debían ser encaminados a aquello que les guste, mediante la gestión del talento.

Sobre la Iglesia, en ambos casos se reclamó que la conexión institucional con la IC no debía perderse, pero en cuanto la gestión del conflicto divergieron: para Blondet lo mejor era crear un equipo de especialistas para evitar que el Rectorado fuera consumido por este tema; Ismodes planteó más bien que había que dejar de lado el conflicto y optar por una actitud conciliadora. A partir de dos preguntas explícitas hecha por Iván Meini y por mí, saltaron otras diferencias: el Preacuerdo, ese documento que casi se convierte en la solución al conflicto en 2012 y que no se firmó por la angurria de Cipriani, debería ser "enterrado a cien kilometros de profundidad" para Blondet, mientras que Ismodes lo planteaba como un documento de trabajo; sobre cómo definir una victoria institucional en el conflicto con la IC, Blondet planteó que si la IC aceptaba que la PUCP es la institución que es y optaba por no cuestionar cosas como la libertad de cátedra y la libertad de elección, podíamos hablar de victoria; Ismodes dijo que "no le interesaba una victoria", dando a entender que no percibe el conflicto como tal.

Como primer ejercicio de campaña, y teniendo en cuenta que faltan definiciones desde el campo "oficialista", fue un buen ejercicio, que permitió confirmar opiniones previas sobre ambos: en el caso de Blondet, su manejo de información y su capacidad de conectar varios temas, pero con la sensación de alguien que no es representativo sino de sí mismo, y que no parece tener una mirada muy clara sobre cómo manejar el conflicto con la IC, tanto interna como externamente, aunque sí sabe qué le gustaría lograr. En el caso de Ismodes, la percepción que se confirma es de un candidato más bien conservador, preocupado por acabar con el conflicto, pero no necesariamente con claridad sobre lo que quiere lograr; además, y a diferencia de Blondet, Ismodes apareció como alguien más sintonizado con miradas sobre la universidad desde fuera de la universidad, que conoce lo que otros piensan o esperan pero no qué es lo que la universidad misma y lo que las universidades del mundo buscan. Su gusto por las modas de la gestión empresarial (citando videos de TED o la idea del talento como criterio para desarrollar capital humano) no parece muy en sintonía con el propósito de una universidad de investigación. Ciertamente, Ismodes no contestó una pregunta explícita sobre los fundamentos de su idea de "pasar del 5 al 1 por ciento", y ninguno de los dos planteó algo claro sobre el tema de las pensiones, aunque Blondet dijo explícitamente que la universidad era cara y que eso no era deseable.

En suma, y como suele suceder en estos casos, las dudas son más que las respuestas, pero resulta saludable que estas hagan su aparición de manera concreta, con tiempo, y con claridad. Falta ahora que el oficialismo decida cómo actuar para definir mejor el panorama electoral, pero sin duda alguna, se viene un período fascinante, y decisivo, para la PUCP.

viernes, 25 de octubre de 2013

La banalidad del mal, o la LDI como ejemplo de la crisis del Estado

Mi opinión sobre la Ley de Delitos Informáticos (LDI), mal llamada ex-Ley  Beingolea, en cualquiera de sus variantes, no ha cambiado. Lo que sí ha emergido es un conjunto de comentarios que nos sugieren que estamos ante una situación reiterativa: un estado incapaz de calibrar su respuesta ante problemas concretos. Una norma que más allá que sea necesario o no, enfrenta problemas reales, debería haber sido consultada ordenadamente a la sociedad civil y a los expertos, para lograr que no terminemos con lo que habitualmente produce el Estado peruano: copias vagamente adaptadas de leyes, o mescolanzas sin orden ni sentido.

En el tema de Internet, tenemos antecedentes. Leyes que jamás han servido para nada, hechas con profunda ignorancia de la realidad, como la que obliga, para combatir la pornografía infantil, a que cada cabina registre a cada usuario y almacene esa información por seis meses. Esta nueva ley de Delitos Informáticos, escrita con tanta vaguedad y falta de claridad conceptual que permitiría, de ser aplicada sistemáticamente, que todos terminemos en la cárcel. Eso, sin contar planes y agendas que realmente no dicen nada ni sirven para cambiar nada.

Esto nos debería llevar a un consenso sobre el problema de nuestro Estado, que no es nuevo ni tampoco exclusivo de la cuestión informática: leyes que no responden a un modelo de gobernanza claro y que buscan solucionar problemas mal delimitados y sobre todo, vistos aisladamente. No hay estrategias, que es la chamba del Ejecutivo, y no hay capacidad analítica, que sería la chamba del Legislativo. Hay una práctica, eso que ha sido llamado el "muddling through", el hacer no más porque es lo que se hace y porque es lo que se espera, no porque se tenga claro qué se busca.

Tenemos leyes malas también porque no tenemos actores políticos dedicados a estos temas en serio. En cuestiones informáticas tenemos periodistas, algunos activistas y ya: los partidos políticos carecen de idea alguna, y los actores económicos, que deberían ser los más interesados, ni siquiera piensan en que deberían dedicarse a proponer cosas concretas, sino que buscan en la mayoría de los casos, salirse con la suya; esto no significa hacer plata por malas rutas, simplemente que el interés cerrado individualista prima sobre el beneficio colectivo potencial.

La LDI banaliza los problemas al mismo tiempo que pone bajo el reflector la mala calidad del Estado y la falta de capacidad que tenemos de influir sobre él. Muchos pendientes, y muchos riesgos, y la reafirmación de la urgencia de transformar el Estado si es que queremos que algo funcione lo suficienmente bien como para que podamos cambiar el país.

viernes, 4 de octubre de 2013

Al final del Camino de Seda, y el futuro de la Deep Web

Tras dos años de intentos, el gobierno de los EEUU logró cerrar el Camino de Seda, el mayor mercado paralelo del mundo. El Camino fue creado usando una combinación de tecnologías emergentes que permiten anonimato y protección frente al seguimiento, y sirve como ejemplo del poder de la llamada Deep Web, o Web profunda, el espacio profundamente opaco donde miles de transacciones ilegales ocurren todo el tiempo.

El primer componente del Camino de Seda es Tor, una red anónima creada usando El Encaminador Cebolla (TOR en inglés), en donde varias capas de encaminamiento de paquetes IP son anonimizadas, es decir se les quita los elementos que sirven para identificar el origen. El resultado es un conjunto de señales limpias que circulan entre los distintos relays, o puntos de reenvío, de la red Tor, protegiendo la identidad de los iniciadores de los mensajes. Hay ciertas particularidades técnicas que hacen que Tor no sea completamente anónima, pero para efectos prácticos, es muy difícil identificar quién está haciendo qué en esta red.

La red Tor no ha desaparecido, a pesar de los esfuerzos de la NSA y el GCHQ  y su singular Jirafa Egoísta:  el Camino de Seda usaba Tor para garantizar que las partes en sus transacciones no pudieran ser identificadas. Pero como todo mercado, necesitaba un medio de pago. Tor existe en mayor o menor medida desde 2002, pero recién cuando emergen los Bitcoins es que algo como el Camino puede aparecer.

Aunque merece una explicación mucho más detallada, la versión brevísima de qué es un Bitcoin es simple: una moneda creada digitalmente, "extraida" a partir de algoritmos precisos que generan una de estas "monedas" cuando completan una tarea. Es equivalente, en una manera bastante abstracta, a la utilización de un recurso natural como el oro como elemento de cambio: la "extracción" del bien es el resultado de un esfuerzo determinado, y el producto final es reconocido como un bien de cambio por todos los que participan del mercado, porque a su vez reconocen que ha sido extraido o generado de manera accesible pero no trivial por un agente económico cualquiera. Al inicio de su existencia, un bitcoin podía ser "extraido" de cualquier computadora, pero el algoritmo es lo suficientemente sofisticado como para hacer más compleja la tarea de extracción conforme más agentes económicos intentan completarla, con lo que ahora para generar un bitcoin se necesitan equipos especializados que realizan tareas altamente complejas.

Los bitcoins pueden ser comprados y vendidos por moneda real, es decir hay un mercado de cambio donde, bajo el principio de libre flotación, un bitcoin puede valer desde 266 USD (el pico máximo) hasta 2 USD, el precio a inicios del 2002. Es decir, hay espacio para la especulación.

Con bitcoins en mano, se puede usar Tor para realizar transacciones que no son rastreables: ni los bitcoins aparecen en las finanzas convencionales ni usan realmente sistemas de transferencia electrónica; Tor protege la identidad formal de los usuarios. De esto se sirvió el supuesto dueño del Camino de Seda, Ross William Ulbricht, para crear un bazar lleno de drogas, software malicioso, documentos de identidad falsos, y datos robados de cuentas bancarias. Una suerte de San Jacinto virtual: no todo era ilegal pero lo ilegal era lo que sostenía su existencia.

¿Cómo cayó? Todo indica que el FBI hizo su chamba y desmontó el Camino lentamente mediante acciones detectivescas convencionales. Han confiscado cuatro millones de bitcoins, que equivalen más o menos a 90 millones USD, según el cambio actual.

Obviamente algo surgirá en su reemplazo: tendrá que ser aún más opaco y profundo para que no caiga más rápido que lo que el Camino tardó. Tor y Bitcoin siguen en pie. La Web Profunda, que nace en los digital lockers que permiten acceder a contenidos irregulares y termina en abismos como el Camino de Seda, seguirá escarbando en las posibilidades tecnológicas para ofrecer oportunidades a los que realmente no quieren estar bajo la égida de la ley.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Un futuro inevitable, un debate necesario

Hace algunas semanas, en una clase extra que dicto con estudiantes que no son los muchachos de 19 años de Estudios Generales Letras, tuve que lidiar con una intervención brutalmente homofoba. Un alumno calificó a un grupo musical que había usado como ejemplo de "maricones". Mi respuesta fue simple: ese no es el tema, y aquí no se habla de esa manera. La actitud del originador del intercambio fue de desconcierto, pero de silencio.

Nadie dice que no existe prejuicio homofobo en el Perú, pero también es cierto que poco a poco, a punta de muchas pequeñas cosas, ese prejuicio se ve encajonado, y solo aflora en espacios que lo toleran. Es como fumar: una sociedad como la peruana, poco adepta a seguir las reglas, no obedece prohibiciones de inmediato, pero lentamente, la presión social va logrando que ciertos espacios sean respetados. Muy lentamente a veces, sin duda.

La "ley Bruce" nos plantea un escenario así. Frente a una exclusión que solo se puede justificar con prejuicios y que se sustenta en relaciones de poder que favorecen a actores que se resisten a ser cuestionados, la idea de uniones civiles para todo tipo de parejas es completamente sensata y al mismo tiempo relativamente modesta, puesto que sigue considerando al matrimonio civil como el refugio de un tipo "correcto" de relación. No es ideal ni correcto moralmente, desde una perspectiva de "fairness", o equidad de reglas de juego a nivel moral.

Pero quizá lo importante es el debate y la inevitable confrontación. Ante una propuesta como la de Bruce, el prejuicio no basta, tiene que explicarse o proponerse como justificación, y entonces es más fácil dejarlo al descubierto. Llamar "maricón" a alguien funciona hasta que le preguntas por qué lo hace, en un entorno en el que el que califica no puede simplemente imponer su fuerza o su posición de poder. Ahí el prejuicio queda desnudo y sin sustento ante aquellos que sienten que en realidad, no todo lo que no se conoce directamente tiene que ser malo o funesto.

Inevitablemente, por presiones de todo tipo, locales, internacionales, legislativas, de comercio internacional, de acuerdos multilaterales, de cultura popular, el matrimonio igualitario se terminará imponiendo. Puede tomar más o menos tiempo, pero ocurrirá. La ley Bruce puede terminar derrotada por la falta de coraje de muchos políticos, el prejuicio de otros y la ausencia de interés de una mayoría, pero es una oportunidad para que se cuestione a fondo el prejuicio, su predominancia en el discurso mediático y la ausencia de fundamentos reales en la experiencia de las personas comunes y corrientes. En otras palabras: el debate será un paso quizá más valioso que la ley misma en la incorporación social, más que legal, de la igualdad de derechos de todos los peruanos.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Solidaridad o individualismo, o el día que los chiquillos descubrieron el dilema de las pensiones

Una generación de ciudadanos peruanos con acceso al empleo de relativa buena calidad se ha criado laboralmente en la precariedad. No esperan las comodidades del empleo fijo, que incluyen acceso a vacaciones o seguridad social, y confían en su capacidad para lidiar con la incertidumbre.

Por otro lado, el sistema previsional peruano se enfrenta a la necesidad de seguir creciendo para lograr sus metas y eventualmente, dar mejores pensiones. Pero hay una capa dura de potenciales aportantes que no van a soltar un chico porque nadie quiere que le quiten el 13% de sus ingresos para el futuro, menos en un país de desconfiados como el Perú.

Los empresarios felices, porque finalmente la actitud de estos ciudadanos hace más fácil mantener la precariedad del empleo como la norma: si los ciudadanos tuvieran que escoger entre descuentos con precariedad o descuentos sin precariedad, ¿qué exigirían? Por ahora gana la precariedad, y algunos hasta la convierten en virtud, sin darse cuenta que el tonito heroico con el que pintan sus acciones sirve de justificación para mantener fuera del empleo seguro y de calidad a un huevo de gente. Lo importante es el fin de mes.

Encima, el sistema previsional peruano está privatizado, con lo que los aportes son individuales: lo que pones es lo que recibirás en el futuro, junto con los eventuales intereses que te pueda brindar un sistema que apuesta a la inversión financiera. El viejo sistema solidario sobrevive para los viejitos, los irredentos que siguen creyendo en la solidaridad como un principio más importante (me incluyo aquí) y los subempleados que están fuera del alcance de la modernidad, como las trabajadoras del hogar y los militares.

Ahora se ha dado una ley que impone el pago de la contribución previsional a los que antes no la pagaban, los que se escapaban por entre las rendijas de la cuarta categoría. Más allá de lo mal que quedan por darse cuenta recién de algo que tiene meses, y de las quejas triviales del tipo "es para engordar las AFP" o "y ahora como hago, a quien mato, asi no se puede vivir", el problema resulta evidente: un sistema previsional, cualquier sistema previsional, requiere que los aportes comiencen lo antes posible; si no, no funciona.

Si se deja en las manos de los ciudadanos, el resultado es simple: nadie aporta.

Ciertamente, hay un rollo con las AFP, pero ¿cuál es la alternativa? Regresar a un sistema solidario de fondo único implicaría confiar en el Estado, y estar seguros que no habrá una caterva montesinista que saquee el fondo único como ocurrió con la Caja de Pensiones de las Fuerzas Armadas y Policía; incluso si se opta por un sistema híbrido, en donde un aporte chiquito es complementado por los aportes voluntarios a sistemas privados, puedo imaginarme un futuro con un huevo de gente quejándose porque sus pensiones son muy pequeñas; encima tenemos la aberracción de la cédula viva, que si bien se ha controlado de sus excesos previos, sigue siendo una amenaza hasta que se agote por razones existenciales.

Entonces, la cuestión sigue en pie: más allá que no les guste, esta ley termina con un incentivo perverso para la precarización del empleo, y exige que todos, no solo los empleados bajo régimen de contrato indefinido, consideren las consecuencias de un sistema pensionario singular. Contra lo que un comentarista chistoso pero desavisado dijo hoy, las pensiones suelen estar separadas de las cuentas tributarias normales, salvo en algunos países, precisamente para evitar que se use la plata del sistema de pensiones en gasto corriente o inversión del Estado. La cosa es que  no confiamos ni en los proveedores que tenemos, ni en el que tuvimos: uno porque cobra mucho y porque puede perder plata (es un actor financiero capitalista, qué esperan, ¿que guarde la plata bajo el colchón?) y el otro porque es un nido de incapaces y de delincuentes (a pesar que los últimos veinte años demuestran que se puede blindar de corrupción y de incapacidad al Estado cuando se tienen la decisión política y la demanda pública).

Ojalá que todo este escandelete trascienda los reclamos de los treintones, y que podamos debatir realmente si el sistema que tenemos ahora es el que deberíamos usar para garantizar pensiones decentes a todos los peruanos cuando las necesiten. Lo demás es trivializar un asunto muy serio.


sábado, 17 de agosto de 2013

Kachkaniraqmi, o la música como pregunta

¿Qué somos los peruanos? Muchas veces nos encontramos con la necesidad de hacernos esa pregunta, en sus múltiples variantes, desde la existencial hasta la pesimista. No es tanto tema de análisis académico como de una cuestión personal-colectiva: muchos, incluido yo, nos sabemos peruanos, pero no tenemos muy claro que significa, en abstracto y colectivamente, ser peruano.

Javier Corcuera no nos propone una respuesta sino otra ruta de búsqueda, y eso es el acierto, el poder y la riqueza de Sigo Siendo, su hermoso documental sobre algo de la música del Perú. La película tiene momentos muy potentes, está muy bien hecha y merece ser vista en todo su esplendor cinematográfico, pues se luce en una enorme pantalla, con excelente sonido además. Me permito opinar sobre ella, no en plan de crítica cinematográfica sino de mirada sobre lo peruano; y me permito recomendar que vayan a verla, porque es realmente una experiencia hermosa y provocativa.

Corcuera logra hacer una película sobre música, no una película de música: elude la tentación de la colección de videoclips para proponernos más bien la música como el resultado de la vida de la gente;  no solo de los músicos sino de lo que estos músicos son y de dónde es que son, de dónde viven, con quién viven y cómo viven. La selección musical no pretende ser completa ni cosa por el estilo: salvo la mínima pero preciosa presencia de lo selvático en la voz de Doña Amelia Panduro, cantante shipibo-coniba, tenemos a Ayacucho, y luego a Chincha y partes de lo limeño como el foco de la película; esta arbitrariedad es tan válida como hacer una lectura desde lo puñeno, por ejemplo, pero sirve para conectar y enlazar experiencias que tienen mucho en común a pesar que desde lejos puedan parecernos extrañas.

Como documental es de una honestidad francamente saludable: el Perú aparece como es, duro, áspero, árido, pobre y a pedazos rico, con rincones de marginalidad, con partes que se están agotando o yendo, con partes que no se conocen entre sí. No es una película para turistas, pero puede ser muy seductora para un viajero, para alguien que quiere conocer lo que pasa más allá de los circuitos habituales, mirando los rincones algo perdidos donde las personas se expresan y viven y disfrutan de lo que son, más allá de si lo que son es algo tradicional, algo anclado en la pobreza. Es sobre músicos profesionales o casi profesionales, que sin embargo existen en una comunidad, a veces a dos tiempos entre su vida original y su vida efectiva: el violinista ayacuchano que vive en Lima, y es heladero de playa pero que se transforma en un maravilloso músico entre su gente, que es un referente de lo que sienten sus paisanos, es un gran ejemplo.

La mirada que no es miserabilista pero tampoco se avergüenza de mostrar la vida como es; nos hace preguntarnos por lo que nos une, por lo que hace que todos los que convivimos en este Estado Peruano tenemos en común. Hace décadas nos preguntamos por qué no somos una nación, y quizá esta película nos muestra una posible respuesta: no es la diversidad sino nuestra colectiva duplicidad, nuestra capacidad de contemplar sin convivir en la experiencia de los demás, es lo que hace tan difícil entendernos. No es la pobreza de aquellos que tocan música maravillosa tanto como la ignorancia de esas otras sensibilidades, presentadas de manera maravillosa como experiencias colectivas, vivas, sobre todo fuera de Lima.

Al mismo tiempo, Lima aparece como una colección casi inconexa de esas sensibilidades. Todo está aquí, todo llega, pero no converge; como paralelas que no se unen jamás, la música refleja lo que no tenemos en común a pesar que está ahí, delante nuestro.

Kachkaniraqmi muestra eso a través de un bache narrativo: la historia de buena parte de la película gira alrededor de la experiencia del maestro Don Máximo Damián, violinista ayacuchano que vive en Lima pero que enrumba a su tierra para participar en fiestas locales, pasando por Chincha para tocar en una romería maravillosa con los Ballumbrosio, donde rinden un homenaje conmovedor a Don Amador; luego se conversa y se vive la fiesta local, la música ayacuchana, esa deliciosa mezcla de instrumentos occidentales con ritmos andinos, incluida la participación de Palomita, una espectacular Danzaq que se enfrenta a Florían Cesario Ramos de igual a igual; donde Don Jaime Guardia, Don Raúl García Zárate y Magaly Solier cantan y tocan bellamente; para luego regresar a Lima, donde Don Andrés Lares nos lleva a la escena quizá más emocionante de la película: el heladero que vende sus productos en el verano limeño para al final, tocarle al océano, con la misma emoción que le tocó a sus paisanos, a su tierra, a su agua.

En medio, luego que termina el periplo andino, se conecta con la música limeña, desde el callejón hasta las versiones más estilizadas y personales de SaraVan y Susana Baca, con Félix Casaverde y otros tocando. La desconexión entre estas dos secciones es como una metáfora de la desconexión entre la cultura popular, de donde vienen los músicos anteriores, y la cultura popular limeña, si no en extinción en franco debilitamiento, ahora convertida en expresión más profesional, más urbana, no por ello menos honesta y sincera pero sí alejada de un terruño y una gente concreta. El atosigante ambiente de Lima es representado con la misma honestidad que los brutalmente hermosos paisajes del Ande; la belleza está en la gente que vive su cultura sin más premio que el placer que se dan y que dan.

La relativa falta de ritmo en ciertas partes, la ausencia de explicaciones y de nombres, la referencia a cuestiones quizá muy locales, la abundancia de músicos que aparecen y desaparecen, hace que Sigo Siendo sea tal vez menos asequible de lo que podría ser una película más expositiva, más ágil y menos dispuesta a explorar a las personas, más inclinada a la emoción inmediata. Pero es también una de sus virtudes: no sucumbe a la simplificación, no buscar exotizar. Es una mirada personal, honesta y cariñosa de lo peruano.

¿Y qué es lo peruano? Difícil de saberlo. ¿Somos una yuxtaposición, una mezcolanza, una agregación? La sensación es que lo que nos queda es seguir buscando. Sea a través de la música, o de la belleza natural, Kachkaniraqmi nos invita a hacernos preguntas tanto como a dejarnos llevar. ¿Qué más pedirle a un documental que salir con más preguntas que las que teníamos antes?